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Nuevo artículo en la revista literaria “Hasta el Tuétano” sobre las ferias del libro

 

En el número 7 de la revista “Hasta el Tuétano” correspondiente a junio y julio de 2021 acabo de publicar un artículo, que reproduzco a continuación. Lo escribí hace unos meses y espero que os gusto aunque no es muy optimista, y el pesimismo no esta de moda.

En la Feria del libro: Tumultos, invisibilidad, y famosos: el espectáculo debe continuar

Cuando piensas en los problemas universales, en la existencia humana, en la muerte, en el dolor, en el amor o en definitiva la vida, te encuentras aislado. Es como si en un camino todos corrieran veloces hacia lo inmediato, y te desplazaran a derecha e izquierda como una corriente de aire sin frescor alguno.

Ellos están vivos porque son los que se desplazan, los que se mueven, mientras otros estamos paralizados, sin mandar tuits, sin dar conferencias, sin ir a eventos, si opinar en tertulias… ellos corren en post de lo último que morirá en segundos, mientras otros miramos a esas verdades universales que no morirán nunca, pero no nos engañamos, nosotros no importamos, nuestro pensamiento, nuestra reflexión, nuestra mirada no da votos, no da dinero, no es nada para la mayoría.

La expresión más contundente de esta realidad o sentimiento (como deseen) la he vivido con frecuencia en las ferias de libros, en las firmas de libros. Llego a ellas con absoluto temor por mi propia intrascendencia, en ese escaparate de carne en el que se convierten con frecuencia.

Para ser alguien en una Feria importante debes ser famoso: una influencer o una presentadora de televisión. Esos famosos tiene filas kilométricas de personas que esperan durante horas bajo la mirada atenta, del personal de seguridad, a llegar a su “ídolo-escritor-famoso”, contarle lo mucho que le admiran y pedirle que le firmen el libro, y por supuesto una foto, que es lo que más les interesa. Una foto que es un trofeo de lo importantes que son cuando están con el personaje.

Mientras en otra caseta, un poeta o un filósofo:

– ¿Tiene el libro de Belén Esteban?
– No, yo soy autor, estoy firmando mi último libro. –lo muestra-
– A bueno, ¿pero sabe si este año viene a firmar?
– Pues la verdad no sé, porque yo…
– Ah, no se preocupe… también me habían dicho que hay un libro de “Cómo hacerse famoso en diez días” (me lo invento para no ofender a nadie).
– No sabría decirle…-responde paciente el filósofo-

Mientras, el actor, el cantante o el presentador de turno tienen “su público”. En la situación contrapuesta, nadie se acerca a ti, salvo amigos o familia, a quienes pides que se queden un rato para hacer bulto, para que no te pregunten por el precio de un libro, que no es el tuyo, confundiéndote con el dependiente de la librería.

Eva Celada firmando en la Feria del LibroLa marea de seres, que voraces de su instante de gloria va de un lugar para otro, es incesante. Otros buscan a autores que conocen, también existen los que se dejan seducir por una portada que les dice algo, que les llega dentro… desde la megafonía se cuenta quienes están firmando en ese momento, a veces son veinte o treinta autores a la vez. En muchos momentos tienes la sensación de estar en un mercado.

También están los autores conocidos, que pasan de una caseta a otras custodiados por alguien de su editorial que les lleva el agua y se ocupa, si es necesario, de que tengan seguridad. Ellos tienen sus propios seguidores, como cantantes de rock en una gira.

María Dueñas, Julia Navarro, Pérez Reverte, Almudena Grandes o Javier Marías copan el interés de los paseantes que no prefieren sólo a los famosos, sin embargo también sufren lo suyo en contacto con sus lectores y curiosos, algunos confunden sus libros con los de otros, hacen que les han leído, lo que nunca ha ocurrido, y les comentan cualquier idiotez con el objetivo de hacerse sus “coleguitas”, y a la hora de la foto, si pueden le pasan el hombro por encima, para que demostrar que hay confianza.

Mientras, los autores no conocidos, hacen como que escriben, hablan con los dependientes sobre el mundo editorial, hacen alguna llamada telefónica, charlan con algún conocido y se preguntan ¿Qué hago yo aquí?. Si tienes suerte llega alguien que te conoce, un lector, y te dice que le gustan tus libros, que te sigue hace años o que te escucha en la radio, y eso te reconforta, pero el regusto amargo de no estar en entre los que están de moda, hiere tu autoestima y aunque sabes que la mayoría de los grandes no eran reconocidos en su época, eso sigue sin calmarte. Ahora recuerdo un día en el que me queje amargamente  a mi madre Margarita de que un libro mío no se vendía como me gustaría, ella me contestó: “Hija, en un mundo en el que triunfa el pocero (Francisco Hernando, el constructor de Seseña), no puedes triunfar tú”.

En una de esas tardes en la Feria escribo este poema:

Nos esforzamos por vivir eternamente en un instante
Anestesiarnos con mil naderías y no sentir

Nos esforzamos por hacer intensos los momentos
reflejando en el espejo la vida de los otros

Rodeándonos de luces sin sol

De brillos sin estrellas

Hasta el apagón final

 

A veces echo de menos ese  mundo de  hace décadas, en el que los escritores y sus obras interesaban a la gente, se escribía sobre ellos, se generaban polémicas por sus opiniones literarias o políticas, y eran objeto de respeto y consideración. Tener un libro de Antonio Machado o Federico García Lorca era un tesoro, la gente los leía, se pasaban de padres a hijos, familiares y amigos. Hoy se publican 70000 libros anuales en España, y claro, entre tanta paja no se encuentra el heno. Puede que algunos sean libros correctos, otros interesantes… pero la mayoría son para olvidar: títulos graciosos, ediciones llamativas, y espacios en librerías que se ocupan durante dos o tres meses, y después se sustituyen por otros de nulo interés.

Usar y tirar es  la nueva religión de la sociedad de consumo, con individuos que llenan su propia inconsistencia, su propio vacío existencial con destellos del Dios, del último momento, reflejado en instantáneas que sí están en las alturas, al menos a nivel metafórico, en la Nube.

Libros que muestran como perder peso o cogerlo, como triunfar o escribir un best seller, como enamorar o enamorarse, como hacerse millonario, conocerse así mismo o descubrir tu yo interior. Libros llenos de naderías, llenos de insignificancia, como nuestras propias vidas.

Aquellas tertulias en las que se escribía en un papel un poema para un concurso, que si se ganaba convertiría a su autor en una celebridad (no en un famoso), aquellas conferencias de Ortega y Gasset en las que se ponía el foco en las tendencias de la sociedad del momento, aquella profundidad, aquella luz en contradicción con esta vacuidad y esta niebla, estériles y desoladoras…

No está de moda el pesimismo, tampoco en las Ferias de Libros, todos debemos sonreír, brillar, ser ocurrentes y graciosos. Todos debemos vender una imagen porque da igual lo que escribes, da igual lo que eres. El Estar ha aplastado al Ser, también en nuestro idioma: el castellano, que los ha distinguido siempre y que ahora se pliega obediente, al nuevo lenguaje del minimalismo idiota.

Este año, si nos deja la pandemia, también iremos a la Feria del Libro (cada uno a la de su ciudad), y cuando confundan a un autor con el dependiente de la caseta, recuerdan que se siente, y aunque el cliente (o lector), siempre tiene razón, yo no escribo para que me den una palmadita en la espalda, escribo para mostrar un mundo que a todos se nos escapa, aunque muchos no lo sepan o no les importe.

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